Vistas de página en total

domingo, 27 de marzo de 2011

El paseo bajo los árboles

***

Vista del pueblo de Grignan (Provenza, Francia).

La primera edición en castellano de El paseo bajo los árboles, libro del poeta suizo Philippe Jaccottet, ha aparecido a comienzos de este año, en traducción del poeta canario Rafael–José Díaz. Publicado en 1957, en su versión original en francés, y concebido como una obra fronteriza con varios géneros literarios, conjuga la prosa poética, el diario y el ensayo.

En el prólogo, titulado La visión y la vista, Jaccottet afirma que su propósito es definir la experiencia poética, dilucidar en qué consiste. En su opinión, la experiencia poética es aquella que no se queda en la superficie de los fenómenos, sino que penetra en ellos hasta alcanzar su esencia. Esta división de la realidad en dos planos –la apariencia y la esencia, lo visible y lo invisible–, tan común en la historia de la filosofía occidental, hunde sus raíces en el idealismo platónico. Detrás de la apariencia de las cosas se oculta un mundo ignoto, donde reside la esencia de aquéllas. Como él mismo sugiere, Jaccottet se siente llamado a buscar ese mundo ignoto mediante la escritura poética. De este modo, su poesía se convierte en una forma de conocimiento, bajando desde la superficie de las cosas hasta su esencia. Para el autor, la experiencia poética surge sólo en determinados momentos, en los que le parece vivir con una intensidad especial, llegando a un estado inefable de plenitud:

Había alcanzado ese momento de la vida en el que se toma conciencia, aunque sólo sea por momentos y confusamente, de una elección posible y tal vez necesaria; y cuando pensé en encontrar un criterio que me guiara en esta elección, al faltarme todo apoyo exterior, solo di con mi sentimiento de haber vivido, algunos días, mejor, es decir, más plenamente, más intensamente, más realmente que otros; y poco a poco descubrí que esos días, o esos instantes, en mi caso, estaban ligados a la poesía, con un lazo que por supuesto había que definir; dicho con toda sencillez que, en definitiva, había tenido ganas de escribir poemas cada vez que, de acuerdo con mi sentimiento, había vivido de verdad. Llegué a imaginar […] que la realidad era como una esfera cuyas capas superficiales recorríamos casi siempre entre el frío, la agitación y el desapego; pero que, sin embargo, gracias a ciertas circunstancias […], conseguíamos a veces acercarnos a su centro, sentirnos entonces más pesados, más fuertes, más resplandecientes, y, finalmente, por mi parte, experimentar al mismo tiempo la atracción de la expresión poética; a partir de lo cual pude pensar también, siempre con rapidez y confusión, que había en esa expresión algo que le permitía de un modo particular aplicarse a las capas profundas de nuestra vida, e incluso adherirse al centro mismo de lo real.

En cuanto a sus referentes literarios, Jaccottet reconoce su deuda con Hölderlin, a quien califica como una de las primeras mentes modernas en conocer y sobre todo en interrogar la fascinación de los orígenes. Cuando menciona la fascinación de los orígenes, probablemente alude al estado de inocencia, felicidad y unión con la naturaleza en que el ser humano habría vivido en un tiempo anterior al comienzo de la historia, a la mítica edad de oro que Ovidio cantó en sus Metamorfosis, pues la nostalgia de ese estado venturoso constituye uno de los temas centrales de la poesía de Hölderlin. Pero, sobre todo, Jaccottet se centra en la figura y la obra del poeta irlandés William Russell. Según confiesa en este libro, en su juventud quedó fascinado por la prosa poética de Russell, quien admiraba la naturaleza como un reflejo de la divinidad y relataba numerosas visiones fantásticas, que parecen casi descripciones de un mundo superior, de una vida de ultratumba. Sin embargo, más tarde, Jaccottet se daría cuenta de que él no deseaba evadirse hacia mundos superiores, sino dedicarse a la contemplación de la realidad inmediata, por lo que se apartó de la influencia de Russell.

A continuación, bajo el título general de Ejemplos, se reúnen diversos textos situados a medio camino entre el diario y el ensayo. Un breve recorrido por algunos de ellos nos bastará para darnos cuenta de la intensidad y la hondura de la poesía de Jaccottet. En el primero de todos, El habitante de Grignan, el autor describe una caminata por los alrededores de este pueblo francés, situado en el comienzo de la región de Provenza. Con la mirada minuciosa de un paisajista, siempre atento a los menores detalles, va dándonos cuenta de la naturaleza circundante: la tierra, la vegetación, el agua, las horas del día. Lleno del hondo entusiasmo que infunde la cercanía al mundo natural, el poeta convierte el paseo en un acto de comunión con las viejas encinas de los campos, con los montes embozados en la niebla, con los arroyos bordeados de cañas, con las imaginarias ninfas que habitan la umbría de los bosques.

Bajo el título La luz guía mi mano, se reúne una breve serie de escritos sobre la imagen poética de la luz. Mientras observa la naturaleza, el autor medita sobre una frase de una carta que Hölderlin escribió a Böhlendorff, uno de sus amigos: la luz filosófica que entra por mi ventana es ahora mi alegría. En ese momento de observación y meditación, a Jaccottet le parece que la luz no irradiara del sol, sino de los objetos, como si revelara la esencia de éstos. Los árboles, la hierba o la tierra fulguran con un brillo propio. En la cita de Hölderlin reside la clave de esta serie de textos, pues en ella la luz actúa como metáfora de una inteligencia que comprende la realidad conjugando filosofía y poesía, valiéndose del pensamiento y de las emociones a la vez. No en vano, filosofía y poesía aparecen estrechamente relacionadas en la obra de Hölderlin, en un intento de superar la tradicional separación entre ambas.

En Tras los pasos de la luna, el autor posa su mirada sobre unos campos iluminados por la claridad lunar. A lo largo de la historia, la luna ha simbolizado el subconsciente, la imaginación y el sueño, entre otras cualidades. A Jaccottet le parece que la luz lunar no proviniera del cielo, sino que emanara de los objetos y revelara su verdadera naturaleza. Por ello, los textos de Tras los pasos de la luna guardan una sutil afinidad con los de La luz guía mi mano y a la vez se contraponen a ellos, pues en ambas series de textos sucede el mismo fenómeno (la luz transforma los objetos), pero la luz adquiere un carácter diferente en cada una: en la primera, solar; en la segunda, lunar. Estas relaciones de afinidad y contraposición que se dan entre ambas series de textos pueden simbolizar la alternancia de dos estados de ánimo en la mente del poeta: un estado solar, dominado por una serenidad entusiasmada, y otro lunar, dominado por una serenidad melancólica. Generalmente, la escritura de Jaccottet se mantiene en un tono reflexivo, de meditación sosegada, sin que por ello deje de contener profundas emociones. El poeta necesita que los dos estados de ánimo nombrados (entusiasmo y melancolía), sobre la base de una serenidad contemplativa, le sirvan de guías en el momento de la escritura, en el proceso creativo, para conseguir su propósito: llegar a la esencia de las cosas. También podemos observar cómo, en las dos series de textos mencionadas, el paisaje se convierte en un reflejo de la intimidad del poeta, correspondiéndose con sus diversos estados de ánimo, al igual que en la poesía de Hölderlin.

En El río liberado, como su nombre indica, el poeta se detiene en la contemplación de un río, que le sugiere sensaciones de pureza, musicalidad y frescura. Como dice Gaston Bachelard en su ensayo El agua y los sueños, el agua acoge todas las imágenes de la pureza. Pero también el curso del agua simboliza el paso del tiempo y el cambio permanente al que están sometidas todas las cosas, el célebre aforismo de Heráclito todo fluye. Concentrado en la visión de las aguas fluviales, el poeta descubre que la pretensión de evitar o disminuir el efecto del tiempo sobre las cosas resulta inútil, pues si la poesía no contuviera la apariencia cambiante de las cosas, sino tan sólo su esencia inmutable (lo cual se expresa con la metáfora de convertir el agua en cristal o el fuego en rubí), esa esencia nos parecería muerta, carente de emoción y de todo interés, ya que la ley universal del cambio es inherente a la vida.

En El paseo bajo los árboles, texto que da su título a este libro, asistimos a la conversación de dos interlocutores sin nombre, Uno y El otro. Como en un diálogo filosófico, las preguntas y respuestas de ambos se van sucediendo con el fin de alcanzar alguna verdad, alguna conclusión acerca de la vida humana y la poesía. A lo largo de toda la conversación, Uno realiza las observaciones más agudas e interesantes, mientras que El otro juega un papel más bien secundario, como si guardara con Uno una relación semejante a la de un discípulo con su maestro, o como si su presencia sólo fuera necesaria para que Uno pudiera manifestar sus ideas, al igual que sucede en los Diálogos de Platón, donde las preguntas de sus discípulos sirven al maestro para ir exponiendo su filosofía. Todo ello nos hace sospechar que Uno es un trasunto del propio Jaccottet, de manera que el yo lírico se habría desdoblado en los dos interlocutores de la conversación para dialogar consigo mismo. La visión de unos álamos deshojados que el sol acaricia a mediados de marzo, en esos días en que el final del invierno se confunde con el comienzo de la primavera, sugiere a Uno que en la vida se dan ciertos momentos de plenitud, en los que suena una voz interior y el plano invisible de la realidad se desvela. Sólo en esos momentos puede nacer la poesía. De este modo, Jaccottet vuelve sobre las reflexiones contenidas en el prólogo de este libro.

Después de esta serie de textos, encontramos el ensayo Observaciones sin fin. En él, Jaccottet analiza las diferencias entre la poesía antigua y la moderna. De nuevo aparece aquí el epistolario de Hölderlin, pues el ensayo toma como punto de partida el borrador de una carta que el genio alemán escribió para su amada Susette Gontard, la Diótima de sus poemas, donde le confesaba que, al compararse con los grandes escritores de la Antigüedad, sentía que sus propias obras carecían de valor. Cercano al pensamiento de Hölderlin, Jaccottet considera que en la Antigüedad la poesía se mostraba más fiel a las experiencias interiores del poeta, ya que reflejaba ideas y emociones con más intensidad y autenticidad que la poesía moderna. Por otro lado, sostiene que estas diferencias entre la poesía antigua y la moderna se deben al fenómeno que llama fatiga de las civilizaciones, usando el término fatiga como sinónimo de agotamiento y decadencia. Así, partiendo de la tesis de que todas las sociedades, tras un periodo de esplendor, avanzan gradualmente hacia su decadencia, cabría pensar que la sociedad occidental ha seguido el mismo camino a lo largo de su historia hasta llegar a nuestros días. Sin duda, estas reflexiones enlazan con la teoría de Herder sobre las civilizaciones, según la cual éstas nacen, se desarrollan y mueren igual que los seres vivos. Por otro lado, en el mundo contemporáneo también se dan numerosas amenazas de aniquilamiento, como las guerras, las desigualdades sociales o las consecuencias negativas del desarrollo científico y tecnológico. En estas circunstancias, como reacción frente al cansancio y la angustia que dominan el mundo contemporáneo, se vuelve necesario retornar al origen para escribir poesía. Con la expresión retornar al origen, Jaccottet alude a la necesidad de un retorno a la inocencia del hombre antiguo, quien llevaba una vida dominada por el pensamiento simbólico o intuitivo y por la consideración de que la naturaleza era sagrada.

En las Notas, Jaccottet narra la gestación de este libro y sus propias vicisitudes como creador. Después de la escritura de El paseo bajo los árboles, el poeta suizo cayó en una larga inactividad creadora, como si el estado de ánimo especial que le acompañaba cada vez que escribía –un estado de clarividencia, podría decirse, durante el que surgían las ideas, emociones y vivencias que reflejaba en el poema– hubiera desaparecido para siempre, sin que pudiera regresar a él. Sin embargo, el acercamiento a la obra de R. H. Blyth, ensayista inglés dedicado al estudio y la traducción de los haikus japoneses, supuso para él una verdadera revelación, que le ayudó a salir de su inactividad y a renovar su propia obra, otorgándole cualidades como la brevedad, la frescura y la atracción hacia lo inexplicable. De hecho, Jaccottet afirma que la poesía no puede existir sin lo inexplicable, pues en todo poema subyace una parte de enigma.

Sigue a las Notas una entrevista con el autor, donde se abordan diversos temas, repasando sus lecturas de infancia y juventud, su evolución como creador y su biografía. Especialmente hermosas son las líneas finales de la entrevista, en las que Jaccottet, cuando responde a una de las preguntas de Jean Roudaut, el entrevistador, define la belleza como una fuerza ascendente que arrebata al poeta y declara su confianza en la poesía:

No crea en absoluto que “aspiro a la belleza”. Ésta, cuya existencia es para mí no menos indudable, aunque sí más frágil, que la del horror (que no puede olvidarse, que no se deja olvidar), se apodera a veces de mí, me invade y me eleva por encima de mí mismo como una fuerza ascensional y como una de las figuras de la luz: ¿cómo no obedecerla ciegamente entonces? Nada ni nadie, como he recordado más de una vez, ha podido convencerme todavía de que no es más que una ilusión.

He aquí el origen de esa confianza, en efecto casi mágica, ¿por qué no?, en la poesía, y en lo que se le parece; en lo que la hace posible. E incluso, a pesar de los golpes recibidos y por recibir, cada vez más duros, esa confianza aumenta.

El libro se cierra con una detallada cronología de la vida del autor, que sin duda ayudará al público español a situar en su contexto la obra de un poeta indispensable en el panorama de las letras europeas.

El paseo bajo los árboles. Philippe Jaccottet. Traducción de Rafael-José Díaz. Cuatro Ediciones, 2011.