Hay días angustiosos,
días en que me siento confinado
en mi ciudad angosta,
días en que me siento confinado
en mi ciudad angosta,
que muere de su tedio,
que naufraga en su turbia somnolencia.
Ha caído la noche
y salgo de mi casa.
La ciudad es absurda. No hay sentido
en los viejos burdeles,
donde aguardan las jóvenes, sentadas,
a algunos solitarios;
en las sucias tabernas,
donde los bebedores se reúnen;
Ha caído la noche
y salgo de mi casa.
La ciudad es absurda. No hay sentido
en los viejos burdeles,
donde aguardan las jóvenes, sentadas,
a algunos solitarios;
en las sucias tabernas,
donde los bebedores se reúnen;
en los míseros canes y mendigos,
abandonados a la misma suerte.
El cielo está desnudo;
apenas se divisan sus estrellas.
Si mis ojos levanto, sólo veo
melancólicas luces de farolas.
Las calles me susurran
abandonados a la misma suerte.
El cielo está desnudo;
apenas se divisan sus estrellas.
Si mis ojos levanto, sólo veo
melancólicas luces de farolas.
Las calles me susurran
su lamento inaudible, su cansancio.
Sobre las duras losas de una acera,
unos cristales hablan
de fracaso y olvido.
Yacen algunas hojas,
que un viento frío mueve.
Cuánto deseo conciliar el sueño,
en mi lecho calmoso.
Cuánto deseo que la luz del alba
desvanezca las sombras.
Sobre las duras losas de una acera,
unos cristales hablan
de fracaso y olvido.
Yacen algunas hojas,
que un viento frío mueve.
Cuánto deseo conciliar el sueño,
en mi lecho calmoso.
Cuánto deseo que la luz del alba
desvanezca las sombras.